Director: Silvio Verliac              

Zohran Mamdani, joven socialista democrático, venció en las primarias demócratas de Nueva York. Mientras tanto, en Argentina, ningún liderazgo progresista logra generar entusiasmo. ¿Por qué allá la izquierda vuelve a conectar con la sociedad y acá suena cada vez más lejana?

 

  • La victoria del socialista Zohran Mamdani en Nueva York expone una pregunta incómoda para la Argentina: ¿por qué acá nadie le compite a Milei con ideas nuevas desde el progresismo?

 

La noticia parece menor desde el sur del mundo: un legislador estatal de 33 años ganó las primarias demócratas en Nueva York. Pero su nombre, Zohran Mamdani, y su perfil —musulmán, nacido en Uganda, socialista democrático— resonaron con fuerza en la política estadounidense. La victoria fue celebrada por el ala progresista y atacada de inmediato por Trump y los republicanos, que lo llamaron “comunista lunático” y lo bendijeron como el nuevo enemigo nacional.

En apariencia, otra pelea del primer mundo. Pero algo más se juega ahí, y también nos hace preguntar.

Mamdani ganó hablando del costo de vida, de alquilar, de vivir con lo justo en una ciudad desigual. No pidió disculpas por su ideología, usó redes con inteligencia, y activó una nueva generación de votantes.

¿Qué pasa en Argentina, donde nadie —desde ningún espacio progresista— parece poder hacer algo así?

Mientras Mamdani crece en la ciudad natal de Trump, en Argentina nadie le compite a Milei en popularidad. No porque no haya oposición, sino porque los discursos de izquierda —incluso los moderados— suenan viejos, solemnes, gastados.

Se habla de derechos sin poder mostrar futuro. Se habla de justicia sin escuchar el deseo de vivir razonablemente bien.

No hay figuras jóvenes con legitimidad para incomodar al sistema y, al mismo tiempo, conectar con las emociones reales de la gente común: angustia por el día a día, bronca con los privilegios, ganas de algo nuevo.

El problema no es solo electoral: es simbólico. En Argentina, la izquierda parece hablar para convencidos o para un país que ya no está.

Mientras tanto, Milei —desde una retórica de choque— logra algo elemental: representar el cambio, aun cuando ese cambio sea cruel. Lo impensado se vuelve posible cuando el resto repite lo ya visto.

En Nueva York, Mamdani ganó sin esconder lo que piensa. Pero también sin resignarse a los moldes del pasado. Eso no se improvisa. Se construye.

Y sobre todo, se arriesga.

Silvio Verliac

Casa Tomada